Es esencial para el desarrollo de los hijos, desde el nacimiento hasta la vida adulta, la educación familiar. Tal vez te preguntas, ¿cómo puedo darme cuenta si estoy formando una buena educación en mi casa como padre o madre?, ¿estoy utilizando los ingredientes correctos para que al final sea un deleite y todo haya valido la pena?
El hogar debería ser una escuela preparatoria donde los niños y los jóvenes se capaciten para el servicio del Maestro, el cual los ha de preparar para unirse con la escuela superior en el reino de Dios.—Manuscrito 7, 1899. CN 18.2
¡No te preocupes! En la Biblia podemos encontrar la receta ¡y no es secreta!, sino por el contrario, es para todos. Si los aplicas en tu vida diaria, te aseguro que lograrás un buen sabor de boca para ti y tu familia, los ingredientes son los siguientes:
2 litros de amor y compasión (Salmos 103:13)
En Efesios 6:4 La Biblia nos advierte de no provocar la ira en los hijos, sino que al disciplinarlos debemos hacerlo con amor y compasión… El Señor disciplina a los que ama como corrige un padre a su hijo querido (Proverbios 3:11-12). Deja que el Espíritu Santo guíe tu corazón para obtener este ingrediente clave, ya que sin este será difícil obtener los siguientes.
4 tazas de frutos del Espíritu (Gálatas 5:22,23)
Estos frutos del Espíritu son un complemento del ingrediente anterior y van acompañados de principios y valores que enseña la Biblia para la familia, que no sólo son una guía, sino también un estilo de vida sano para tus hijos, además que los ayudará a definirlos como hijos del Creador y les servirá también como un escudo ante las tentaciones.
“Enseña al niño el camino en que debe andar, y aun cuando sea viejo no se apartará de él” – Proverbios 22:6.
1 taza de un buen ejemplo (Tito 2:1)
Si tienes los frutos del Espíritu en tu corazón, por consecuencia misma los debes practicar en tu vida diaria, ya que si no lo haces no lograrás dar un buen ejemplo para tus hijos. Cabe mencionar que sin este ingrediente tu educación tendrá un sabor insípido y amargo. Además, lo creas o no, los niños imitan todo lo que observan, especialmente a los padres. Nuestras acciones dicen mucho de lo que somos; procuremos que nuestra vida espiritual esté en las manos de Dios, para que ellos puedan aprender la doctrina de manera sana.
1 cucharada de esperanza y confianza (Salmos 25:5)
Es clave para la educación cristiana enseñarles a los hijos que sólo podemos poner nuestra confianza y esperanza en Dios y no en las cosas que son temporales. Él es eterno, es Padre de todos y quiere que tengamos éxito: ”Yo te instruiré, yo te mostraré el camino que debes seguir; yo te daré consejos y velaré por ti” – Salmos 32:8.
2 tazas de sabiduría y buenas decisiones (Proverbios 4:11)
Es cierto que en algún momento de nuestra vida como padres hemos tomado malas decisiones que es imposible regresar al pasado y cambiarlas, pero sí podemos instruir a nuestros hijos a tomar buenas decisiones desde un inicio y a ser sabios con la ayuda del Señor.
½ cucharadita de ánimo. (1 Tesalonicenses 5:11)
Este ingrediente, aunque es pequeño, es importante que lo tengas a la mano, ya que en algún momento tus hijos pueden estar pasando por una circunstancia que les traiga desánimo y tristeza. Te invito a que siempre animes a tus hijos en los momentos difíciles, a observar lo que sucede alrededor con ojos de amor y a ser siempre positivo para elevar su autoestima.
1 cucharada de esencia de gratitud y adoración (Colosenses 3:16)
Organizar reuniones familiares para conversar y preparar el culto son actividades que de verdad ayudan a mejorar las relaciones entre los miembros de la familia. También es necesario que enseñes a tus hijos a ser agradecidos con Dios y a practicar la adoración tanto en el hogar como en la Iglesia.
¿Qué te pareció esta receta?, ¿Qué otro ingrediente agregarías para mejorar la educación familiar? Déjanos saber en los comentarios